viernes, 31 de enero de 2020

Preguntas

Ojala pudiera volver atrás.
y contárselo
ojala me hubiera atrevido
a conocerlo de verdad
en vez de soñar con él
y con su voz.
Por qué hago mi vida más difícil
y me enredo en preguntas
que yo no sé contestar.
Por qué pienso en el que pasará
y no me atrevo a volar.
por qué pienso que todo el
mundo es igual y me veo a mi misma,
tan diferente.
Ojala me atreviera a
volverlo a ver,
pero temo que seré una simple
conocida para él.

La obsesión

Nunca me imaginé
obsesionada por alguien.
su cuerpo me llama,
no sé como acercarme,
no sé si respiraré
cerca de él.
Su pelo negro,
sus manos blancas,
todo su ser,
tan fantástico
e increíble
me reclama.
Siento ganas de abrazarlo.
Deseo dormirme
en su boca,
en su cuerpo.
Deseo dormirme entre sus brazos.
Sueño con dormir
a su lado,
despertarme
con sus besos.

jueves, 23 de enero de 2020

Cómo cruzar la carretera - Capítulo 2

Había pasado semanas. Éramos veinte en clase. La tutora nos dijo que no podíamos dar las clases en nuestra aula porque están cambiando las mesas y poniendo ordenadores. Ibamos de clase en clase. En una de esas clases conocí a Nerea. Salimos juntas al recreo.

Nerea es una chica corriente. Tiene los ojos marrones y pelo rizo. Es delgada y de mi misma altura.  
Yo no sabía de qué hablar con ella. Había comido un bocadillo de tortilla de patatas. Estábamos en el patio delantero mirando al vacío, sin nada que decir. Sin nada que hacer.
- Hoy voy a ir a entrenar a un club de atletismo - dije yo con la intención de sacar una conversación.
- Yo no puedo hacer mucho ejercicio físico porque soy asmática.
Pasó toda la mañana conmigo. Hasta el final de las clases.
Durante toda la vuelta a casa estuve pensando en lo que había pasado. Había hecho una amiga. Eso es lo que quería desde hace cinco años. Sin embargo, yo no la conozco. No sé si nuestra amistad va a funcionar. No confío en nadie, y menos en chicas de mi edad.

Estábamos comiendo y mi hermano se levanto de la mesa para hacer la mochila para ir a entrenar a la piscina y al club. 
- Lucia, vamos a la piscina - me dice mi hermano al venir a la cocina.
- ¿Por qué tengo que ir? Tengo que estudiar.
- Lucia tienes que ir, te hace bien nadar. - dijo mi madre.
- No quiero ir. Tengo que estudiar.
- Vas a ir. Estudias más tarde. Vete a hacer la mochila.
- Pero...
- Pero nada. Vas porque lo digo yo. Vamos a hacer la mochila.
Yo no quiero ir a nadar ahora. Después de comer, me gusta acostarme en la cama y estar media hora descansando y después ponerme a estudiar. Si fueran a nadar a las siete de la tarde, yo iría encantada.
- ¿Dónde está el bañador? - me preguntó mi madre.
- Está ahí, creo.
- Aquí no está. ¡Has perdido el bañador! Jose vete a la piscina que tu hermana perdió el bañador.
- Hay gimnasio en la piscina- contestó Jose en un tono apenas audible.
-  Tienes razón.
- ¿Qué?
- Coge una maya de correr, una botella de agua y una toalla pequeña. ¡Vas al gimnasio!
Estaba nerviosa porque era el primer día. Tengo la cara de haber llorado. Sin embargo, a pesar del enfado y los nervios que tenía hace unos minutos ahora no puedo evitar ponerme roja por la timidez que tengo.

Lo ví entrar en el gimnasio acercándose a la mesa del monitor. No le quitaba el ojo de encima mientras avanzaba. Era guapísimo. Tenía la piel morena. Llevaba un pantalón de correr corto. Tenía las piernas depiladas. ¡Es increíble! Un chico que se depila. Dos segundos después, se percató de que había una chica nueva sentada en la silla estática. Se acercó a mí. Trajo una libreta en la mano izquierda y un bolígrafo en la derecha. Lo ví acercarse más y más hasta que llegó al lugar donde estaba. Y lo miré. Era guapísimo. Tenía un brillo, no sé como explicarlo. Ese chico no es como los demás. Es especial. Sus ojos tienen tienen un color azul verdosos parecidos a los de Maxi Iglesias. Parece más  joven de lo que es. Tan pronto lo miré, sentí que él era un ángel que estaba ahí para hacerme sonreír. Por eso en cuanto lo ví sonreí de oreja a oreja como cuando eras niño y estabas esperando que papanoel y los reyes magos te trajeran tus regalos. Sintiendo la magia de la navidad.
- ¿Cómo te llamas? - me preguntó al llegar.
- Lucia Casas Fernandez.
-  ¿Cuántos años tienes? 
- 18

El monitor estaba en su escritorio escribiendo en una hoja. Salí sin decir "chao" porque no lo quería molestar. Me giré para cerrar la puerta y lo ví. Él había levantado la cabeza para ver quién se iba. Lo normal era despedirse como habían hecho las personas que se fueron antes que yo. Levante la mano para despedirme y él hizo lo mismo. Levantó la mano y, lo importante para mí, sonrió. La sonrisa no fue de las mejores de las que he visto en toda mi vida por el simple hecho de que solo abrió la boca y enseñó sus dientes. Me gustan las verdaderas sonrisas. La verdadera sonrisa se expresa mediante todos los componentes de la cara. Con los ojos, la boca, las mejillas. Ni siquiera yo la tengo. Si la gente supiera que se esconde debajo de mi superficie, que secretos escondo, entenderían que mi sonrisa es una simple careta.

El libro que estaba leyendo no era muy bueno. Eran relatos en gallego. Lo escogí para leer porque estaba en casa y quiero leer todos los libros que tiene mi familia. En casa tengo más de 20 libros y algunos que he leído me parecen muy buenos. Este libro más o menos me gusta. Lo malo es que no entiendo algunas palabras. Hoy le pregunté a un compañero que significaban algunas palabras, y luego a mi madre. Pero acabé hartándome de preguntar porque eran demasiadas. Sé que es horrible. Soy gallega y no sé gallego. Es como si un inglés no supiera inglés.
- ¿Qué lees?- me preguntó el monitor.
No me había dado cuenta de que había bajado. Estaba subiendo las escaleras. Me levanté para enseñarle el libro.
- ¡No me gusta el gallego! - dijo con su suave voz y siguió subiendo las escaleras.
Me había fascinado la facilidad que tenía para hablar con alguien que acababa de conocer. Yo no soy capaz de hacerlo. 


viernes, 17 de enero de 2020

Alegría

Se derritió la frialdad
de la superficie de su cuerpo,
se elevaron sus barreras
dejando un cosquilleo
en la barriga.

Fue como el cantar
de un pájaro.
su tormenta
dio paso al arco iris.
Su corazón volvió a latir con fuerza,
volvió a sentir el amarillo del sol
liberando la energía
que alguna vez le arrebato la oscuridad.

viernes, 10 de enero de 2020

Cómo cruzar la carretera - capítulo 1

Ella me miró con los ojos llorosos. Yo intentaba evitar su mirada porque sabía lo que está pensando. Habían pasado catorce años. El tiempo había pasado muy rápido. Yo no me reconozco. Me miro al espejo, pero no me encontraba. A veces intento mirar hacia atrás, rememorar el pasado. Me acuerdo de un día que estaba en el hospital. Creo que fue el día que me desperté del coma.

 Estaba en una cama tan blanca como la nieve. Estaba aturdida. No comprendía lo que había ocurrido. No sabía que era esa habitación. No sabía donde estaba. Ese lugar era muy extraño para mi. No me acordaba de lo que había ocurrido. Sólo me acordaba de unas palabras que había pronunciado una mujer. Yo no la conocía. Pero ella me conocía. Y lloraba por mi. Yo escuchaba su llanto. Le respondía, le hablaba. Pero ella no me entendía. Se pasaba todos los días allí. Contemplándome al dormir.En el momento en el que abrí los ojos desee verla. Ver su reacción. Pero en vez de eso no vi a nadie.  Me dieron ganas de gritar, pero no sabía hablar. No sabía que hacer, hasta que oí unas respiraciones procedentes del suelo.

Y ahora estoy aquí, en frente del espejo. Mirándome la cara, y buscando a esa niña. Pero no la encuentro. No miro a la niña que cruzó esa carretera. No me acuerdo mucho del pasado. Y me gustaría recordar los momentos más importantes. Los primeros pasos que dí cuando tenía un año. Mis primeras palabras. Lo que viví cuando tenía cinco años.

Dicen que los primeros recuerdos de una persona son a partir de los cinco años. Yo no me acuerdo nada de mi infancia. Me acuerdo de tan pocas cosas que me pregunto si lo habré vivido yo.
"Estoy nerviosa, y no sé por qué". No sé por qué me pongo nerviosa, tan solo es una presentación.
En abril, mientras lloraba desconsoladamente en la aula de Bea me prometí que para el siguiente curso haría amigos,  pero no sé cómo hacerlos. No tengo muchas cosas de que hablar. Y si las tengo, no sé que decir. No tengo esperanza de hacer amigos. Sin embargo, necesito amigos.
Tengo amigos con discapacidad como yo. Conocí a Daniel en un campamento de verano. Pero él no es como yo. Tiene matices de mandón y listillo. Todos los días, en la comida nos decía lo que debíamos decir y hacer. El primer día que lo ví andando hacia la pista de baloncesto sentí que no me iba a caer bien, y la verdad es que no me confundí. Porque es muy hablador. Es de los que no se callan ni debajo el agua, de los que no dejan hablar a los demás.
Un día en el campamento, yo quería hablar con el monitor porque me encantaba y, la verdad hay que decirla, era guapo. Era simpático y divertido. 
- Lucas, mi hermano....- intenté decir. 
- Nosotros somos once amigos en Vigo - me interrumpió Daniel.
- Daniel deja hablar a los demás.
- Ah, vale.
Se calló. Porque se lo dijo Lucas sino no nos dejaba hablar.
En septiembre conocí a sus amigos. Ninguno es como yo. Se creen minusválidos. Tan solo por tener unos grados de discapacidad. No lo entiendo, si no tienen ningún problema. Andan bien, un poco más despacio que las demás personas. Y hablan un poco más despacio que los demás. La verdad es que yo también soy así. No sé por qué. Sé que con un esfuerzo puedo mejorar, pero no me veo con mucho ánimo. No es que me sienta minusválida ni nada de eso. A veces, si me siento minusválida. Y eso es lo peor que puedo sentir. Porque yo no lo elegí. Solo tuve un accidente cuando era pequeña. No soporto ver a mi padre dejando el coche en el aparcamiento de personas discapacitadas. Llevo viendo como lo aparca allí cinco años. Siempre me pregunto por qué no puede aparcar en otros sitio. No entienden que lo que quiero es pasar lo máximo posible de mi accidente. Quiero ser una persona normal.
Hoy puede que cambie mi vida. Ojalá haiga alguien que me saqué de mi misma. Ojalá que pueda abrir mis puertas después de haberlas cerrado hace cinco años.
Hace cinco años fui abandonada por mis amigas. Me mintieron, me engañaron y, lo peor, se rieron de mí. Llevo cinco años sola. Intento hacer amigas. Pero esas amistades solo duran unos meses o son de hablar de vez en cuando y salir una vez al año. Yo necesito amigos de verdad. Personas con las que sentir que puedo ser yo. Pero eso igual solo existe en los cuentos de hadas.
Hace cinco años veía una serie argentina. Era como un cuento de hadas. Había música, amor, tristeza, amistades, odio y alegría.  Todos los sentimientos que se puede sentir. Yo cree mi mundo. Soñaba con cosas increíbles para que nadie me hiciera daño. Se suele llamar el mundo de yupi. Cuando ví que Noemí y Alexia me estaban llamando tonta y riéndose de mí, yo no lloré.
Yo quiero rehacer mi vida. Quiero ser alguien. Conocer a personas que me vean como soy de verdad y que no le importen mis errores. Porque con personas a mi lado me sentiré mejor y será más posible que pueda mejorar.
Soñando no voy a conseguir nada. Lo único que puedo hacer es realizar mis sueños realidad.
Ahora tengo muchos sueños por cumplir. Quiero viajar por todo el mundo. Quiero aprender idiomas. Quiero que el mundo sea mejor. Sin incendios ni basura en las playas. No me gustan las guerras ni los racistas. Quiero un mundo mejor para todos. Negros, blancos, morenos, portugueses, africanos... Todos sin excepción. Sé que no puedo cambiar el mundo. Quiero intentarlo. Por lo menos, a mi alrededor. Para eso, tengo que empezar por el principio. Empezar por los estudios.


Entré en la sala. Me encontré con dos chicas marroquíes que  entrenaban con mis hermanos.
- Hola Samira. Hola Fatima. ¿Qué tal?
- Bien. Nos sentados ahí - dijo Fatima.
Nos sentamos en la tercera fila para poder escuchar mejor, aunque no muy cerca. Mirando para atrás un segundo, me fijé en un chico moreno de pelo oscuro.
- ¡Bienvenidos al Ribeira del Miño! - dijo una profesora, despertándome de mi distracción.
- Me llamo Julia, soy la secretaria de dirección y también profesora del ciclo superior de administración.
Siguió hablando sobre los ciclos. Al final, añadió:
- La tutora del ciclo medio de gestión administrativa, Maria Jose se va a retrasar una hora.
-¿Vamos a esperarla? - preguntó Samira cuando ya estábamos las tres en el pasillo.
- Si - dijo Fatima.
Salimos al patio delantero. Allí estábamos todas las del ciclo. Eramos más o menos seis personas.
- Como tarde mucho no voy a poder estar. Tengo que ir a buscar a mi primo al colegio.- comento una chica que estaba en el patio.
- Luego lo traes - comentó otra chica a su lado.
- No, no puedo. Es pequeño, haría mucho alboroto. ¡No voy a traer a mi primo pequeño al instinto!
- ¡ Vamos a tomar algo a la cafetería! - nos propuso Fatima a Samira y a mi, después de una hora esperando.

Estabamos en la mesa más cerca a la barra. Yo estaba bebiendo el té rojo que pedí cuando me percaté de que había tres profesores hablando en la barra. Yo escuche algo que me llamó la atención.
- Tengo que irme a mi presentación.
- Tu presentación ya fue.
- Creo que la tutora es ella. - dije en voz baja
- ¿Se lo pregunto?
- Perdona, ¿tú eres Maria José? La tutora de primero de administración?
- No. Yo soy Mini, la profesora de inglés. Os voy a dar clase de inglés. 
- ¿En clase explicas en inglés? - pregunté yo.
- No. Porque si no me vais a entender.
Esa respuesta fue como un cubo de hielo cayéndome encima de mí. Yo estaba acostumbrada a que el profesor Manuel expliqué en inglés. Además pienso que cuando explicas un idioma en ese propio idioma le demuestras a los alumnos el amor que le tienes a tu dedicación. Yo creo que el hecho que Manuel explicara en inglés hizo que yo quisiera estudiar inglés.

Una hora más tarde, seguíamos sentadas en la mesa.
- Voy a buscar a alguien que nos diga si llegó.
Fui a la entrada de la sala de profesores.
- Hola. Una pregunta ¿sabes si llegó María José?
- No lo sé. Si llego estará en la cafetería.
- ¿Cómo es? Soy nueva.
- Tiene el pelo castaño, corto por el cuello. Casi siempre lleva gafas de sol sobre la cabeza. Habla gallego.
- Gracias. 
No sé cuánto tiempo pasó hasta que la vimos. Estábamos de pie en las escaleras de la entrada cuando la vimos.
- Hola. ¿Eres Maria José?- le pregunté yo cuando me acerqué.
- Si.¿Vosotras sois del ciclo? Vamos al aula.
El aula donde vamos a dar las clases está en 
- Bueno, Yo soy Maria José. Voy a ser vuestra tutora en este curso. ¿Vino alguien más?
- Si. Una chica que se tuvo que ir a recoger a un niño pequeño al colegio.
- ¿Tiene un hijo?
- No. Es su primo. 
- Ah, vale. Bueno, voy a seguir hablando del curso. En este curso vais a tener cuatro profesores. Yo voy a enseñar compraventa e informática. Mini enseñará inglés, Fernando enseñará tesorería y contabilidad, y Julia enseñara Fol. Os voy a poner el horario con los nombres de los profesores. Mañana, Fernando os dirá que asignaturas da a las horas que da él. Yo soy exigente. Puede que parezca dura, pero lo que quiero es trabajo.
- ¿Vamos a ser tan pocos? - preguntó una chica.
- La verdad es que ahora sois muy pocos. Sois cinco, por lo que veo. Pero está abierto el plazo para anotarse al ciclo.
- ¿ Y con cuántas asignaturas se repite? - preguntó otra chica.
- Repetireis si suspendéis en total de 300 horas. Os voy a escribir cuantas horas tiene cada módulo. No podéis suspender informática con otra porque informática tiene 210 horas. Bueno, ahora podéis iros. ¡Hasta mañana!

Una vez fuera, opté por llamar a mi madre ya que Samira y Fatima se iban a pie. Yo no puedo  ir a pie porque a mis padres no les gusta. 


viernes, 3 de enero de 2020

Marcas

La violencia de tus manos
sobre la dulzura de mi cuerpo
marcan tus pasos.

La furia de la marea
sobre la timidez de la arena
marcan su paso.

El egoísmo de los débiles
sobre la generosidad de los fuertes
marcan las barreras
las mismas que dividen el mundo
en tribus diferentes,
esas que se llegan a matar
con tal de tener más poder.